El Gran Debate de 1920 sobre el Tamaño del Universo.

Cuando el universo entero se expandió en una noche.

En una noche de primavera de abril de 1920, el imponente Museo de Historia Natural del Instituto Smithsonian en Washington D.C. fue testigo de un evento que cambiaría para siempre nuestra comprensión del Cosmos. Bajo la majestuosa cúpula del auditorio Baird, dos brillantes mentes se enfrentaron en un debate que abordaría una de las preguntas más fundamentales de la astronomía: ¿Cuál es el verdadero tamaño del universo?

Fachada principal del Museo Smithsonian de Historia Natural. Foto: Smithsonian Institution.

El escenario: Washington D.C., centro del poder y el conocimiento

Imaginemos por un momento el Washington de los años 20. La capital de los Estados Unidos, con su diseño neoclásico y sus amplias avenidas, era un símbolo del poder y la ambición de una nación en ascenso. El National Mall, ese inmenso parque que se extiende desde el Capitolio hasta el Memorial de Lincoln, albergaba (y aún alberga) algunos de los museos más importantes del país.

Entre ellos, el Museo de Historia Natural del Smithsonian se alzaba como un templo del conocimiento. Ubicado estratégicamente junto a la National Gallery y no lejos del Museo del Aire y el Espacio, este edificio de estilo neoclásico fue el escenario elegido para un debate que, aunque en su momento no captó la atención que merecía, terminaría siendo un hito en la historia de la astronomía.

La gran incógnita: ¿Qué tan grande es nuestro hogar cósmico?

Para entender la importancia de este debate, debemos retroceder en el tiempo y comprender el estado del conocimiento astronómico de la época. Durante siglos, los astrónomos habían ampliado gradualmente nuestra comprensión del cosmos. Se sabía que la Tierra orbitaba alrededor del Sol, que este sistema solar era parte de una vasta galaxia llamada Vía Láctea, y que esta galaxia tenía forma de espiral.

Sin embargo, una pregunta crucial permanecía sin respuesta: ¿Era la Vía Láctea todo el universo, o existían otras galaxias más allá de sus límites?

La respuesta a esta pregunta no era solo de interés académico. Determinar el tamaño del universo tendría profundas implicaciones filosóficas y existenciales. ¿Éramos los únicos habitantes de un cosmos relativamente compacto, o éramos una mota de polvo en un universo inimaginablemente vasto?

Los contendientes: Curtis vs. Shapley.

Para abordar esta cuestión, los organizadores del debate invitaron a dos de los astrónomos más destacados de la época:

1. Herbert Curtis: Un astrofísico experimentado del Observatorio Lick en California. Curtis había dedicado una década a fotografiar y estudiar las misteriosas "nebulosas espirales", objetos borrosos que se observaban en el cielo nocturno. Su hipótesis: estas nebulosas eran en realidad galaxias independientes, similares a la Vía Láctea pero ubicadas a distancias inmensas.

2. Harold Shapley: Un joven y prometedor astrónomo del Observatorio de Monte Wilson. Shapley defendía la visión tradicional: las nebulosas eran simplemente nubes de gas dentro de nuestra propia galaxia, y la Vía Láctea constituía todo el universo conocido.

Restos de la explosión de una supernova en la Galaxia del Cangrejo. Foto: NASA, ESA.

La noche del debate

El 26 de abril de 1920, a las 8:00 pm, el auditorio Baird se llenó de expectación. Bajo el hermoso techo de terracota diseñado por el arquitecto español Rafael Guastavino, científicos, periodistas y curiosos se reunieron para presenciar el enfrentamiento intelectual.

Shapley, el más joven y nervioso de los dos, tomó la palabra primero. Su argumento principal se basaba en la observación reciente de una nova (una explosión estelar) en la nebulosa de Andrómeda. Según Shapley, el hecho de que esta nova pareciera eclipsar toda la nebulosa era prueba de que se trataba de un objeto relativamente pequeño dentro de nuestra galaxia. ¿Cómo podría una sola estrella opacar toda una galaxia si estas nebulosas fueran realmente universos independientes?

Curtis, con la confianza que le daban años de observación, contraatacó con sus propias fotografías. Mostró imágenes detalladas de varias nebulosas espirales, señalando sus similitudes estructurales con nuestra propia Vía Láctea. Además, argumentó que la frecuencia de novas observadas en estas nebulosas era demasiado alta si fueran simples nubes de gas en los bordes de nuestra galaxia. La conclusión de Curtis era clara: estábamos observando galaxias enteras, "universos isla" independientes y distantes.

El veredicto de la historia. 

Aunque aquella noche no se declaró un ganador oficial, el paso del tiempo daría la razón a Curtis. Pocos años después, el astrónomo Edwin Hubble logró medir la distancia a la nebulosa de Andrómeda, demostrando que se trataba, efectivamente, de una galaxia independiente ubicada a millones de años luz de la Vía Láctea.

 Esta revelación cambió para siempre nuestra comprensión del cosmos. De repente, el universo se expandió más allá de lo imaginable. Nuestra galaxia, que antes se pensaba que constituía todo el universo, se convirtió en una entre billones.

La Galaxia Andrómeda en una foto de infrarrojo. Fuente: Observatorio WISE, NASA.

 Hoy, más de un siglo después de aquel histórico debate, sabemos que el universo observable contiene más de un billón de galaxias. Cada una de ellas, un vasto conjunto de estrellas, planetas y misterios por descubrir.

 Este conocimiento nos invita a reflexionar sobre nuestro lugar en el cosmos. Si bien nos hace sentir infinitamente pequeños, también subraya lo extraordinario de nuestra existencia y nuestra capacidad para comprender el universo que nos rodea.

Para más información, escucha el episodio 225 del podcast “El Sueño de Laika” de JuanMa Parrondo.

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